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2022-09-17

La vida eterna es un regalo que todos anhelamos. ¿Quién no querría vivir para siempre? El problema es que a menudo se presenta como algo a lo que hay que aspirar, en lugar de una oportunidad ineludible que ya nos ha sido concedida por Dios.

Si no estás convencido de los beneficios de la vida eterna, sigue leyendo. En esta entrada del blog, descubrirás por qué la vida eterna no es solo un bonito extra, sino una consecuencia necesaria y maravillosa de seguir a Jesús.

Entender los beneficios de la vida eterna

Si estás leyendo esto, entonces estás, por su gracia, vivo. La pregunta es: ¿Por cuánto tiempo? ¿Cuál es tu esperanza de vida? ¿Cuánto tiempo vivirás? ¿Y si pudieras vivir para siempre? ¿Y si pudieras vivir más de 100 años? ¿Y si solo vivirás unos días más? ¿Y sí solo te quedara este día?

Cuando miramos al futuro, nuestra principal preocupación no son los próximos años de nuestra vida, sino lo que significativa que esta sea al final. La vida eterna es el único regalo que nos permite marcar una diferencia real.

Tu recompensa eterna te está esperando

No merecemos nada de Dios, y mucho menos la vida eterna. Sin embargo, Jesús pagó el precio de nuestros pecados y faltas, haciendo posible que seamos perdonados y se nos conceda la vida eterna. La muerte de Jesús en la cruz fue su regalo para nosotros, y su recompensa para nosotros es la misma vida eterna que teníamos al principio, antes de que Adán y Eva trajeran el pecado hasta nuestros días.

Si nunca has recibido a Jesús como tu Salvador, entonces te estás perdiendo de este regalo. De hecho, tu recompensa eterna te está esperando. Solo necesitas aceptarla reconociendo que Jesús es tu Señor y Salvador, y comprometerte a vivir una vida que lo honre.

Serás libre del dolor y el sufrimiento de este mundo.

Este mundo está lleno de dolor, sufrimiento y muerte. Lo vemos todos los días en las noticias, en las redes sociales y en nuestras propias vidas. La vida eterna no será contaminada por estas cosas. No habrá enfermedades, ni relaciones rotas, ni muerte, ni sufrimiento. Estaremos libres del dolor y la pena que a menudo sentimos en este mundo.

Así es, experimentarás el amor incondicional de Dios, y estarás libre del dolor y el aislamiento que la gente suele sentir en este mundo. Tus relaciones con tus seres queridos serán inquebrantables, y estarás libre del dolor y la angustia que muchas personas experimentan en este mundo.

Podrás volver a ver a tus seres queridos

La muerte es un hecho triste de la vida. Sin embargo, la vida eterna significa que podemos reunirnos con nuestros seres queridos en el cielo. Podrás pasar la eternidad con las personas que amas, explorando y disfrutando del increíble paraíso al lado de nuestro padre, Dios.

El cielo es el hogar - para siempre

Cuando usted piensa en el hogar, probablemente se imagina un lugar acogedor, seguro y agradable. Así será el Cielo. Será nuestro hogar eterno, un sitio al que podremos pertenecer de verdad. Nos perteneceremos unos a otros y perteneceremos a Dios, unidos por nuestra fe.

Así es, mientras que los hogares terrenales pueden ir y venir, cambiar de lugar, e incluso ser destruidos, el hogar celestial es eterno. Siempre estará ahí para ti, y tú siempre estarás ahí para los demás. Este es el lugar donde vivirás en perfecta armonía contigo mismo, con los demás y con Dios.

Conclusión

Tu vida eterna no tiene que ser algo que esperas, sino algo que persigues activamente. La mejor manera de asegurarse de recibir la vida eterna es seguir a Jesucristo. Él es el único que puede llevarte a la vida eterna. De hecho, Él es el camino y te invita a recorrerlo con él. Si quieres marcar realmente la diferencia, si quieres formar parte del futuro, tienes que empezar a vivir para el futuro. Tienes que empezar a vivir para siempre.

Haz esta oración:

Señor, sé que he cometido miles de errores. Sé que siempre puedo venir a ti, con mi corazón contrito y humillado, porque Tú no me desprecias. Hazme, por tu hijo, Jesús, merecedor de la vida eterna. Quiero estar contigo siempre, quiero vivir junto a ti en el paraíso, como tú lo has prometido. Acéptame, lávame y quedaré más blanco que la nieve. Dame de beber de esa agua bendita que ofreces, para que jamás tenga yo sed. Quiero honrarte con mi vida. Te amo, gracias, Señor, por este invaluable regalo. Amén.    

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