2016-05-12
Esta historia trata sobre el tiempo y los momentos que debemos aprovechar para decir Te Quiero y el valor de la familia. Es imposible saber hasta cuándo estaremos en este mundo, ni qué exactamente les depara el futuro a nuestros seres queridos. Aun así, es indispensable darle valor a cada uno de ellos y todo lo que nos rodea. Nuestros hijos y nuestros padres definen quienes somos y cómo nos hemos formado. Esta historia, nos mantiene en vela para dar cariño siempre que podamos, sin esperar un gran acontecimiento para ello. Entonces nos lo enseña de esa forma la reunión de una madre y un hijo que, concertada por la esposa de este hombre, se logró dar amor sin saber lo que les deparaba el futuro. 
La esposa de nuestro protagonista, le pide después de 21 años de casados, que invite a salir a una mujer. Que la saque a cenar y luego al cine. El hombre asombrado por esta petición, decide preguntar el porqué. Su mujer le explica que esta otra dama a quien debería invitar una noche, necesita distraerse un poco. Ver el mundo y salir un rato. Se trataba la madre del anonadado hombre, quien, acatando la petición de su esposa, decide llamar a su progenitora y ponerle una fecha a la salida.
 
Así fue, y con los nervios de punta por aquella salida que desde hacía mucho tiempo no hacían, vio en ella una espléndida mujer, risueña y hermosa.
La invitó a un restaurant modesto pero acogedor. Hablaron durante horas. Se contaron todas esas cosas que por el poco tiempo de su hijo, no se había permitido compartir. Su madre demostraba una nostalgia y alegría infinita. Incluso llegó a comentar que sus amigas se morirían de envidia cuando supieran que su hijo la había invitado a salir. Entre risas y conversaciones, se olvidaron de la película pero era más que suficiente la escena tan hermosa que habían construido esa noche
 
Luego de haber regresado a su madre a casa y ver a su esposa, esta última le pregunta cómo había salido la velada. Su marido comenta que fue mejor de cómo se esperaba. Le contó todo lo que habían conversado y con expresión tierna, manifestó a su mujer todo lo que había sentido y había visto en la actitud de su madre. Entre la historia que le contaba a quien había tenido esa magnífica idea, expresa que su madre le pidió que si podía invitar ella esa cena. 
 
Unos días después, su madre fallece por causas naturales. Expresamente, de un lamentable ataque al corazón. Su hijo no pudo hacer nada. En medio del dolor que le causó la repentina pérdida, recibió una nota que contenía la copia del recibo de la cancelación de la cena en el restaurant donde se habían visto por última vez. La misma tenía escrito: 

“No sabía si iba a poder asistir a esta cena. Por eso, pagué por adelantado. Pagué dos platos, uno para tu esposa y otro para ti. No tengo palabras para explicar lo que significó esta noche para mí. Te amo mucho, hijo”. 

Desde ese momento, este desconsolado hijo entendió el valor de la familia y de apreciar, dando cariño a quienes nos rodea, en todos los momentos posibles. La vida es una sola y nosotros decidimos cómo manifestar el agradecimiento por tenerla. 



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