
DE NUEVO EN EL CUARTO 3717
“Aquí es”, le dije muy seguro, pero cuando entramos había otra persona. “¿Qué
pasó?”, pregunté en voz alta, como si mi hermano Abelardo tuviera la
respuesta. El sólo quedó mirándome extrañado.
Fuimos a pedir información
a la ventanilla donde nos habían atendido con indiferencia la vez pasada. Esta
ocasión no fue la excepción y nos indicaron otro lugar para obtener la
información que necesitábamos.
Al darme vuelta me
encontré con la enfermera Rebeca de frente en el pasillo. Me reconoció y sonrió.
Le pregunté por Ernesto. “¡Ya se fue!”, me dijo y comenzó a llorar.
Mientras se secaba sus lágrimas,
como tratando de controlar la situación porque estaba en horas de trabajo, le
pregunté intrigado: “¿se fue?, ¿a dónde?”. En tono más fuerte y sin poder contener
el llanto me contestó: “¡fue un milagro!”. Y de inmediato nos contó: “él ya estaba
desahuciado. Ustedes no sabían, pero cuando entraron a orar por él, los médicos
solo le habían dado 10 días de vida como máximo”.
Sin dejar de llorar,
continuó: “cuando entré a asearlo, el rostro le brillaba y me dijo muy
emocionado: ‘él me dijo que Dios me sanó y que voy a salir de aquí’. Cuando
ustedes oraron, desde ese momento empezó a recuperarse asombrosamente. Al
tercer día me lo encontré caminando solito en el pasillo, cuando días
antes no se podía ni mover para atenderlo. Ahorita ya está en su casa”.
EL LLAMADO PARA LA ENFERMERA
La enfermera me dijo con
mucha firmeza: “la vida de Ernesto por sí sola ya comenzó a testificar del
poder de Dios. Los médicos asombrados comenzaron a revisar qué había sucedido.
El médico principal dijo al grupo en la reunión que había cambiado su
medicamento y por eso había comenzado a reaccionar de esa manera”. Pero ante
eso, Rebeca Beltrán, la enfermera, les dijo: “¡No, señores! unos ministros
vinieron a orar por él y desde entonces empezó su mejoría, ese es un milagro de
Dios”.
La enfermera continuaba
hablando: “yo les platiqué a mis hijos todo lo que paso aquí, que esto sólo lo
pudo hacer Dios”.
Le pedí entonces a ella si podía hacerme el favor de ir un día a la iglesia a compartir lo que había visto. Asintió, pero entre risas comentó: “no creo que lo pueda hacer sin llorar”. Y me dio sus datos, porque ella también quiere reconciliarse con Jesucristo.
Dijo que tiene cuatro
años sin ir a una iglesia. Dejó de asistir no porque no crea en Dios, sino que
le ha dado más importancia a cosas materiales como a su trabajo, su familia, y todas
las cosas con las que el mundo nos envuelve para quitarnos de la mente el adorar,
honrar y buscar el perdón de Dios día a día, pero que esto le abrió los
ojos espirituales y quiere volver al camino de Dios, para entablar una relación
personal con Jesucristo
¡Toda la honra y la
gloria al rey de reyes y señor de señores! Una promesa de Jesús en la
Biblia: Jesús le dijo: si puedes creer, al que cree todo le es posible. (Marcos
9:23)
Si crees que lo que tú estás pasando en tu vida en este momento es más
difícil que esto: que Jesucristo puede levantar a un sentenciado a muerte para
darle vida y vida en abundancia. Entonces te digo que aún no has conocido
ni has entendido el poder y misericordia de Dios para con sus hijos.
¡No le digas a Jesucristo
qué tan grande es tu problema... dile a tu problema qué tan grande es tu Dios!
Dios puede hacer esto y
más. Si lo crees, escribe Amén y un comentario, e inclusive si necesitas oración
comparte la necesidad con nosotros, y con mucho gusto nos uniremos en oración.
Historia original: Isaias Arvizu
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