2024-05-07
Escrito por Hermes Alberto Carvajal 


Continuación:


10 - Recibe el regalo de Dios: Vida y felicidad.


Aún siguen atados mental y espiritualmente a las personas que les estrellan en su cara sus pecados y errores. Desgraciadamente, algunos “hermanitos” o predicadores en las iglesias son buenos para recordarte de dónde saliste, pero no para señalarte el camino a una mejor vida. Dicen estar en Cristo, pero sus corazones aún permanecen en el pasado.

Si en verdad estamos en Cristo, entonces sí lo estamos.  Y si en verdad eres nueva criatura, lo eres. Y si las cosas viejas pasaron, ya pasaron, ya no existen. Tal vez tengas fotos, tal vez tengas recuerdos, pero ya no existen en sí.

Deja atrás las cosas viejas que ya pasaron, como dice el Apóstol Pablo: “Pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!” (Filipenses 3:13, 14)

Atención, el Apóstol Pablo dijo: “Me olvido de lo que queda atrás”. No, dijo: “Dios me borra la memoria y ya no me acuerdo”. No, activamente, tenemos que dejar de recordar lo malo que nos ata en el pasado. Dios no te borrará la memoria, porque Él no quiere que olvides las lecciones positivas del fracaso. Pero tú activamente tienes que dejar de pensar en lo malo que todavía te atormenta, y la mejor manera es creyéndole a Dios, a su perdón, a su amor. Y si Él dice que eres perdonado, lo eres. ¿Y dónde lo dice? En su palabra, no necesitas que ningún profeta adivino venga y te lo diga; créele a su palabra. Créele a Dios.

Creerle a Dios y olvidar las experiencias negativas nos libera de las ataduras que nos mantienen tristes. Por ello es importante dejar ir esas experiencias o recuerdos para ser feliz.

La felicidad es la consecuencia de varios factores  presentes en nuestra vida y para mantenerla es vital buscar el equilibrio. La felicidad no es una emoción permanente de bienestar, sino la seguridad y la estabilidad emocional que trae la certeza de saber lo que crees, lo que esperas y la firmeza de las personas o las cosas en las que confías.

Te voy a decir ahora por qué creo que mis amigos en la escuela se burlaban de mí, diciéndome que era feo. Conste que esta es una teoría mía; en realidad no conozco a fondo los corazones de mis “amigos” y hace años que no los veo.

En muchos periodos escolares, desde los 6 hasta los 11 años, yo era el varón de menor edad en mi salón de clases en una escuela de la periferia de la ciudad, donde asistían los niños más pobres, los más humildes de esa comunidad. Además, era el hijo adoptivo de una pareja de ancianos indígenas.

En mi escuela, pocos varones usaban zapatos o, si los usaban, estaban muy viejos y rotos. Casi ninguno desayunaba antes de ir a la escuela. Sus padres nunca asistían a las orientaciones escolares y jamás se acercaban a los maestros para preguntar por el avance de sus hijos.

La excepción entre los niños varones era  tu servidor. A pesar de que mis padres adoptivos no sabían leer ni escribir y a pesar de que el empleo de mi padre era muy humilde, ellos siempre se preocuparon porque yo desayunara antes de ir a la escuela y porque mis zapatos no estuvieran rotos; siempre estaban en contacto con mis maestros y siempre estaban enterados de mi desempeño en la escuela.

Creo que mis compañeros de escuela se llenaban de furia porque me juzgaban como si yo fuera “diferente”. Me inventaron mil apodos y se burlaban de mí en mil maneras; una de ellas era diciéndome que era muy feo. Y por ser yo era el único niño de piel clara en el grupo, las burlas y los ataques se multiplicaban aún más. Era una lucha infernal cada día. Pero eso me hizo fuerte. Nunca me di por vencido. Años más tarde entendí que la inseguridad de mis compañeros les hacía llamarme feo, tonto y atacarme como lo hacían.

Así que, cuando alguien te ataque, te odie o se burle de ti aparentemente sin razón, en vez de llenarte de tristeza, trata de entender a esa persona. Tal vez le puedas dar seguridad y confianza, y le ayudes a tener una mejor imagen de sí mismo. Porque cuando no tenemos una buena imagen de nosotros mismos, juzgamos a los demás y los atacamos porque –a veces inconscientemente-- no tenemos lo que ellos tienen.

Por eso sigue creyéndole a Dios. Tú crees en su palabra, esperas en sus promesas y estás firme en su perdón, su amor y su poder. Las tempestades te azotan, los vientos quieren removerte, los terremotos de la vida buscan quebrantar tu determinación, pero tú cada día te levantarás firme, con la frente en alto, y dirás en voz alta estas palabras:

“Ya no vivo yo,  más Cristo vive en mí, y los problemas y luchas que me enfrentan y me quieren derrotar, los enfrento en el poder del Hijo de Dios que me fortalece y me levanta, me da paz y su palabra me da seguridad. En este día yo decido ser feliz”.


RECUERDA ESTO, DIOS TE DICE, SI TU PADRE O TU MADRE TE ABANDONAREN, PASE LO QUE PASE, YO NUNCA TE DEJARE Salmo 27:10

 

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