2017-03-27

Es una hermosa oración escrita un domingo de 1943 por el teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr. La inspiración le llegó en tiempos de la II Guerra Mundial, cuando la angustia, la impotencia y la desesperación se adueñaron de los corazones de aquella época. La oración por la serenidad dice así:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; pidiendo, como lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz Contigo en la siguiente. Amen.”

 

Al igual que en 1943, estas palabras tienen un significado profundo en estos tiempos en los que también reinan la desesperación, la agitación y la incertidumbre en nuestras vidas.

Al leer esta oración reconocemos la existencia y, sobre todo, la soberanía de nuestro Señor. Entendemos nuestra debilidad humana y aceptamos que Él es el único que puede darnos paz y serenidad en medio del caos. 

Jeremiah Burroughs, en su libro " El Contentamiento Cristiano, Una Joya Rara", nos muestra "la alegría de vivir satisfechos hoy", una virtud espiritual muy difícil de cumplir en estos días, pero necesaria para el desarrollo del cristiano. Entender que Su Presencia en nuestras vidas es lo que nos da "la paz que sobrepasa todo entendimiento..." (Filipenses 4:7).

La oración por serenidad habla de valor, aceptación y sabiduría. Habla de rendirse a Él y reconocer que no tenemos el control. Por otro lado, la Biblia nos dice que nos vendrán pruebas y estas, por extrañas que sean, nos fortalecerán (VER 1 Pedro 4:12).

Es durante los tiempos difíciles que nacen la perseverancia y los éxitos en Cristo, ya que estos no nacen en los buenos tiempos. Recordemos al apóstol Pablo, quien en múltiples ocasiones le pidió a nuestro Señor que le quitara el aguijón en su carne. A lo que Dios le respondió:  "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo" (2 Corintios 12:9).

Parece difícil de imaginar que sintamos serenidad mientras tenemos un aguijón perforando nuestra carne. Sin embargo, Pablo nos dice con muy buena actitud que se gloriará en sus debilidades para que el poder de nuestro Señor Jesucristo repose en él. 

Finalmente, estar serenos ante las adversidades es un estado de vida espiritual el cual se aprende, se desarrolla y se alcanza a través de un proceso de madurez espiritual. Recitar esta oración por sí sola no nos traerá paz, más bien es la relación personal con Dios que nos dará la serenidad que tanto necesitamos. Es aceptar que Su voluntad es perfecta y que la aceptamos de buena gana como lo hizo Pablo. Es entender que nosotros no tenemos el control y nos debemos a Él.

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