Edición: Hermes Alberto Carvajal
Saqué una historia de la manga (historia falsa inventada al instante). Le dije: “... la otra vez el Manuel, ‘El Meño’, mandó a su hermanito Julio, ‘La Morsa’, a que pidiera trabajo y se negó. Entonces Dios lo castigó: se cayó, se golpeó la cabeza, quedó inconsciente y lo tuvieron que llevar al hospital en la ambulancia”. Él estaba muy atento, y yo seguí: “yo me sentiría muy mal si algo te pasara por desobedecerme”. Ahí entró el “Isackoyo” a reafirmar mi falsa historia: “es cierto,
Cheke, y tú no quieres que te pase nada malo, ¿o sí?”“El Cheke” agachó su cabeza y asintió, no muy convencido, pero ya había sido chantajeado emocionalmente como para oponerse a la dura tarea que le había asignado. Entonces, le pedí hacer la cara de gato triste en caso de que le negaran el trabajo. La hizo. “¡Noooo, esaaa noooo, Cheke! Esa es la cara de capulina”, le dije. Nos reímos y él se enojó, haciendo un berrinche, y pateó un cartón de leche vacío que estaba en el suelo.
“Pues no sé cómo”, me contestó, algo molesto. “La del Garfield cuando está triste”, le dije. Entonces volteó un momento sus ojos hacia arriba como recordando y dijo: “¡Ah, ya me acordé!”. Hizo ni más ni menos la cara de tristeza del gato. “Esa --le dije--, ¡híjoles! Me convenciste tanto que casi te compro lasagna”. Sonrió y le extendí mi mano para pactar con un saludo. “Ándale, pues”, me dijo, aceptando la propuesta.
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HICE EL INVENTARIO Y NOS ENCOMENDAMOS A DIOS
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