Los niños pequeños requieren de mucha supervisión. No podemos dejarlos solos por mucho tiempo. Ese fue el caso de Matty, un pequeño de 22 meses de edad, quien luego de un descuido desapareció de la vista de sus padres.
Rápidamente, iniciaron la desesperada búsqueda temiendo lo peor. Así fue, cuando al fin lo encontraron, flotando en un estanque. Matty estaba muerto… “Estaba azul, muerto”, dijo la afligida madre.
La madre relata lo sucedido y cuenta que oraron y oraron sin cesar. Tanto ella como su esposo Mateo, se rehusaron a creer esta verdad. Ante el caos y la desesperación los hermanitos de Matty comenzaron a orar mientras esperaban que llegara la ayuda. La familia oraba y Elsa no dejaba de hacer compresiones en el pecho de su pequeño hijo.
“Mientras yo hacía compresiones torácicas a mi bebé, mis otros hijos estaban de rodillas orando y pidiéndole a Dios por un milagro”, explica Elsa.
Cuando el niño llegó a la sala de urgencias los médicos informaron a los padres que los signos vitales de Matty eran muy débiles y su examen de sangre no se veía bien. En la forma en que los médicos le hablaban, les hacía pensar que estaban hablando de un niño que estaba muerto. “Simplemente oramos y oramos y oramos…”, dijo Mateo.
El tiempo transcurría y los doctores hacían estudios tras estudios. Sin embargo, en la resonancia magnética salió normal. Su hijo no tenía daño cerebral, y en cuestión de horas el cuadro de Matty cambió y comenzó a volver a la vida. Al llegar el domingo, ya estaba actuando como un niño normal, tal y como era antes. “Actuaba como Matty, era perfecto”, dice su padre.
Ahora los padres dan gracias a Dios de que, en Su voluntad, decidió dejarles a su hijo. Alaban y dan gracias a Dios por su recuperación milagrosa.
“Cuando todo esto acabó, caímos de rodillas, dando gracias a Dios”, dijo Mateo. “Pensamos que era un sueño demasiado bueno para ser verdad. Pero al despertar, nos damos cuenta de que, mi hijo no está muerto y que ahora está vivo. Eso desafía cualquier lógica. Esto es sólo un milagro de Dios”.
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