
“Logré mi sueño y hoy tengo dos hermosas hijas”
Andrea
era joven y llevaba varios años de casada cuando sintió que su vida reunía
todos los requisitos para tener un hijo. Casi un año después, cuando no quedaba
embarazada, se dio cuenta que algo andaba mal. Ahí comenzó su lucha:
“Tenía
27 años y estaba ansiosa de tener un hijo. Pero ocho meses después, no quedaba embarazada.
Decidí no esperar más y pedir ayuda porque había un caso de infertilidad en mi
familia y temía que fuera algo genético.
Luego
de algunos estudios, que podrían considerarse nada complicados, el médico me
señaló que tenía una de las trompas de Falopio obstruidas. Pero a esto había
que sumarle que Daniel también tenía un problema: sus espermatozoides no tenían
la movilidad suficiente. Juntos, nuestra infertilidad se potenciaba, y el
panorama no parecía demasiado bueno.
Pero no
perdimos las esperanzas, aunque no fue fácil encontrar la solución a nuestro
problema. Felizmente, al tercer tratamiento que realizamos, recibí la noticia
tan esperada: ¡estaba embarazada! ¡Y de gemelos! Pero a las veinte semanas, lo
peor ocurrió: comencé a sentir contracciones y pronto estaba en el hospital
llorando por haber perdido a mis bebés, a quienes ya les habíamos elegido
nombres.
El dolor
emocional y el sentimiento de vacío fue duro de sobrellevar, especialmente para
mí. Pensé que nunca me recuperaría. Sin embargo, nuestros familiares y amigos
estuvieron siempre presentes en todo momento, especialmente en ese tan
doloroso. Fue gracias a su apoyo y al intenso deseo de ser padres que no
bajamos los brazos y, luego de un tiempo prudencial para recuperarme física y
emocionalmente, lo volvimos a intentar. Me embaracé nuevamente, pero tan solo
quince días después de conocer la noticia, volví a sufrir un aborto espontáneo.
¡La alegría me duró muy poco!
Fue
entonces que decidimos acudir a una clínica, esperanzados de que podrían darnos
otras opciones. Los costos no fueron fáciles de asumir, porque muchos de los
medicamentos, consultas y exámenes incluidos en el tratamiento no estaban
cubiertos por el seguro de salud. No teníamos grandes ahorros, pues ya habíamos
tenido muchos gastos. Pero nuestra familia nos brindó su apoyo, especialmente
los padres de Daniel, que tenían los recursos y anhelaban tener nietos.
Felizmente,
después del primer tratamiento tuvimos resultados positivos: ¡quedé embarazada!
Trascurrí los primeros meses del embarazo llena de temores, pero llegué a las
treinta y cuatro semanas de gestación y nacieron Priscila y Pierina, que hoy
tienen cinco años. Eran pequeñitas, pero se recuperaron bien y lograron
desarrollarse saludablemente. Hoy Daniel y yo estamos felices con nuestras
gemelas. Logré mi sueño y hoy tengo dos hermosas hijas.
Mirando al pasado y frente a tantas piedras que hubo en el camino, sigo pensando que hubiera hecho de todo para persistir. Pero siempre le digo a las mujeres que atraviesan la misma situación que yo que busquen los tratamientos menos dolorosos y que muestren altas probabilidades de resultados positivos, de acuerdo a sus circunstancias.
No
obstante, cuando el intento comienza a ser más difícil que la idea de no tener
hijos, entonces es momento para parar en la búsqueda”.
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