Dios libró al acusado
<< ¿Por qué a mí?>> — Se hacía la
misma pregunta una y otra vez. Ernesto, un varón de 40 años, marido de una
bella mujer y padre de cuatro hijos. Él no se explicaba por qué, de repente, y
sin aviso, la empresa para la cual trabajaba como contador en los Estados
Unidos, lo acusaba de un desfalco millonario.
La verdad era otra —dice Ernesto. Sus jefes superiores
(quienes también eran empleados) gastaban cantidades exorbitantes en fiestas y
artículos personales; y este era dinero que salía de la empresa. Ernesto
recibía las facturas y, a él le pedían
que autorizara los pagos. Todo era legal, los gastos eran comprobables, era
"normal" que una empresa de este tipo tuviera eventos y esas cosas.
Ernesto no veía nada fuera de lo común, aparte de los derroches.
Pero un lunes por la mañana, llegan unos hombres con trajes muy pulcros
y con voz autoritaria. Llamaron a Ernesto a una sala privada: él un poco
desconcertado se reúne con ellos, y ahí le informan de que está despedido, y
que se estará realizando una investigación "más a fondo", por
desviación de fondos. Y le exigen que les revele -de una vez- cualquier cuenta
secreta, o el destino de casi 2 millones de dólares…