Cuando Dios nos dio su último y más grande mandato de amarlo con todo nuestro corazón, mente y fuerza, se aseguró de recordarnos que era su voluntad, amarnos y ser leal a Él, debemos honrar este mandato.
Esto tiene sentido. Si Él es nuestro Padre, igualmente nos amará más de lo que jamás podríamos amar a nadie más. Y si Él no nos ama, entonces ¿quién lo hará?
No podemos amar a nuestro Padre en la carne, pues esta busca siempre su propio deleite. Pero amarlo en el Espíritu es otra cosa.
No podemos simplemente ser obedientes a lo que Él dice, sino mostrar nuestra obediencia amando a los demás en el amor y en la verdad, no en la carne.
Entonces, ¿por qué llamamos a Dios nuestro padre?
Todos sabemos cuál es la respuesta a esa pregunta; llamamos a Dios nuestro padre porque nos dio la vida. Fuimos creados a su imagen.
¿Qué dice esto acerca de nuestro Padre celestial? ¿Nos reconoce como su propia descendencia?
Si lo hace, entonces nuestro Creador les dio a sus hijos derechos y privilegios que tenemos en Dios. Al aceptar el sacrificio de Jesús, sin merecerlo, hemos adquirido el derecho a ser hijos. Es decir, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.( (Efesios 1:4)
Realmente, hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. No solo en las alturas hemos recibido bendiciones, también hemos sido bendiciones en el día a día, el Señor toma nuestras vidas como vasijas rotas mostrando su gloria en nosotros al restaurarnos ¡Cuán bueno es nuestro Señor!
Fue quebrantado para darnos su salvación, se despojó de sí mismo para darle ese regalo tan grande e inmerecido a sus hijos. ¿Qué ese no es el amor de un padre?
Somos hechos a su imagen
Dios sopló aliento de vida en nosotros, nos dio una identidad especial en toda la creación , somos semejantes a Él. Nos convirtió en los administradores de la Tierra. Esto no significa que seamos perfectos y que sabemos cómo hacer las cosas, sin embargo, el Señor nuestro padre nos capacita en su Palabra para hacerlo correctamente, cómo todo buen papá.
Todos debemos esforzarnos por mostrar el amor de Dios a los demás, para que otros también puedan ser adoptados como hijos suyos en Cristo Jesús. No debemos ser celosos con nuestro padre, Él es todo poderoso y su amor es infinito.