2024-05-07

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo... (Mateo 6:19). 



¿A qué se refiere Jesús al decir: “Venga tu reino”? 

Jesucristo al decir estas palabras le suplicaba a Dios que estableciera Su reino y exaltara Su nombre en la tierra como en el cielo. Que todas las naciones le conocieran y le adorarán como el Dios Todopoderoso.Pero para que el reino de Dios sea establecido en todo el mundo debe establecerse en los corazones de cada uno de Sus hijos.

«Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!», Marcos 1:15.

Cuando nos arrepentimos le estamos dando la bienvenida a Jesucristo a nuestras vidas y esperamos estar con Él algún día en la eternidad, ese lugar celestial donde viviremos por siempre alabando el nombre de Dios es su reino. Si recibimos el regalo de la salvación por medio de la cruz, ya somos parte de ese reino celestial, Dios estableció Su reino en nuestros corazones.
 

¿En cuáles corazones está el reino de Dios?


El reino de Dios se establece en aquellos humildes de corazón, que andan en el Espíritu y se han alejado del camino del pecado, tomado el camino que los perdona por medio de Cristo. 

Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos», Mateo 19:14.

Los niños en ocasiones pueden portarse mal, el pecado está en todo ser humano, pero su inocencia, su obediencia y dependencia a sus padres; su necesidad de protección y cuidados, su deseo de amor y de aprender sobre el mundo que los rodea. Las mismas características con las que definimos a los niños son las que usamos cuando hablamos del comportamiento de los hijos de Dios en presencia de su Padre: mansos y humildes de corazón.    

Jesús tiene la llave de tu corazón

 

El reino de Dios no es para los que aman el pecado

Los que no han abandonado en sus corazones vivir para el pecado no heredarán el reino de los cielos. Las buenas acciones no nos salvarán tampoco, la salvación no es una recompensa por comportarse bien, es un regalo inmerecido de Jesús (Efesios 2:8). 

Si todavía no sientes que el reino de Dios también está en ti, tal vez no te has acercado al Padre como Su hijo. Algunas razones por las que te sientes así podrían ser:
  
Oras como si estuvieras en el mundo y no en el reino de Dios. Es decir, no has comprendido  lo que significa vivir en el Espíritu y acercarte a la presencia de Dios en cuerpo y alma.

No has comprendido cuanto Dios te ama y que te ha escogido como Su hijo mimado. Él pagó con Su sangre para limpiarte de todo lo vil que una vez te dominaba y te transformó en una criatura nueva.

No has deseado estar en la presencia del Padre.  Si conoces a Dios, le amas, sigues sus estatutos y vives para Su gloria tienes el acceso pagado por Cristo de ir a hablarle a tu Señor, acércate en oración y alabanzas.


Escrito está el destino de quien ha negado el perdón de Cristo, éste será castigado por la ley y no se le concederá disfrutar del gozo que es vivir en el reino de Dios.

“¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios”, 1 Corintios 6:9-10.

 
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