La lucha de Isabella: Una obra de Dios

¡No podía estar con mi hermanita!

Mi hermana tenía una enfermera llamada "Mirta". Una parte de mi casa la dividieron solo para Isabella. Las únicas personas que podían verla en mi casa eran mi mamá, mi tía y la enfermera. Siempre con tapabocas, y además tenían que lavarse las manos con alcohol.

Desde la pieza donde dormía Isabella −donde nadie podía entrar− siempre se escuchaba la radio que sonaba música cristiana. Recuerdo que ella levantaba sus manitas, bailando. Cuando yo llegaba del colegio, siempre la veía por la ventana: ¡esperándome con sus manitas arriba! Era increíble, cómo a pesar de todo… ella seguía regalándonos alegría. Yo la veía, tan chica, ¡tan llena de fuerzas...!

Después de una semana empezaron sus primeras sesiones de quimioterapia en el Instituto Privado del Niño, en Asunción. Al lado de su pieza estaba Mía Valentina, también luchando por su vida, ¡cómo olvidarla!

Eran días difíciles, semanas… que después, ya no podíamos solventar porque saben cómo es la situación en Paraguay. Después de un mes, creo que la mudaron al Materno Infantil, en San Lorenzo. Allí conseguimos una pieza sola para ella, por su estado.

Gracias a la solidaridad de nuestra gente pudimos seguir adelante

Nos vimos obligados a recurrir a la prensa y a la solidaridad de la gente. Los de la Lupa fueron los primeros en darnos espacio. Mi tía Mirta fue la que, con Isabella en brazos en el materno infantil, contó lo que estaba pasando con ella. Recuerdo que mi tía le dijo: Isabella, agradece a la gente que te está mirando. Y mi hermana les tiró un beso ¡Con solo 7 meses! :)

Cada día era una lucha: muchos sentimientos encontrados, porque era como un pozo sin fondo. Entonces se abrió una cuenta para recaudar donaciones, que la gente solidaria quería aportar para ella. Hasta ahora estoy sorprendida de como las personas fueron tocadas con la enfermedad de mi hermana: el celular, el email… las personas cada vez más querían ayudar y visitarla. Familias enteras se iban todos los días al Materno Infantil para verla desde una ventanita. ¡Estábamos aferrándonos a la vida de mi hermana, y a nuestra FE! Hasta que tuvimos la oportunidad de Viajar para Austria, a Viena, donde Isabella sería internada en un hospital especial para la leucemia.

Fuimos bendecidas con gente muy buena

Esta foto era una semana que llegamos, yo había cumplido 16. Solo a mí, me dejaban quedarme sola con mi hermana para cuidarla. Las enfermeras, los doctores, la trabajadora social, se portaron de maravilla con nosotros. Eso sí, pasamos por muchas cosas las tres juntas (ya me viene lágrimas a los ojos), pero siempre nos mantuvimos unidas, ¡contra viento y marea! Eso me hizo madurar mucho, ¡aprendí a valorar la vida!

Cuando yo llegaba del colegio, me iba a cuidar a mi hermana porque mi mamá también tenía que comer algo y bañarse. Era muy duro para las tres: estar tan lejos de nuestra casa, de nuestra familia. Yo lo tomé con buena actitud: el tratar de "adaptarnos" a cambiar de país, no es lo mismo que cambiar de marca de café, más en una situación como esta. Pero mi hermana estaba fuerte… Ese era nuestro motor. Aunque no conocíamos a nadie y no hablábamos nada de alemán: seguíamos luchando, secándonos las lágrimas ¡cambiándola por una sonrisa para ella! ¡Para Isabella!

Dios nos concedió un milagro

Después de un año y medio ella se cura, ahora es una niña sana y traviesa. Pero aún tiene las cicatrices de las intervenciones que le hicieron para ponerle un catéter en Paraguay, luego en Austria. Cicatrices que les van a hacer recordar que ella VENCIÓ a la leucemia, con su corta edad... Sus ojos nunca dejaron de brillar.

La razón de compartir esta historia con ustedes es porque mi mayor deseo es decirle a todo el mundo que Dios obra en nuestras vidas. La fe y el amor son importantes. Gracias a la solidaridad, al amor, a la unidad y a la buena fe de las personas: el milagro se hizo posible.

Agradecemos al Hospital Materno Infantil, en San Lorenzo y a todas las buenas personas en Paraguay que se unieron a nuestra lucha y la hicieron suya: ayudándonos a recaudar fondos para esta noble causa. Así como al personal del hospital Santa Ana, en Viena. ¡Dios los bendiga!

La lucha de Isabella: Una obra de Dios

Esta es la historia de mi hermana menor, Isabella.

Isabella nació sana. De hecho, fue la más sana entre todos mis hermanos (somos tres): yo soy la mayor (Ale Ortiz), después viene Rodrigo e Isabella.

Recuerdo que a los 6 meses de vida ella empezó a llorar. Isabella se sentía mal, ¡se le veía mal! No era una bebé que llorara mucho, todo lo contrario: siempre estaba con una hermosa sonrisa...

Mi mamá la llevó al doctor, y él le dijo que le iban a hacer un análisis de sangre. Las cosas no iban bien, ¡mi mamá lo presentía! Sin embargo, mi tía fue la primera en enterarse: se enteró de que mi hermanita estaba enferma de leucemia. Ella fue quien se lo contó a mi mamá. Mi madre sintió que el mundo le caía encima. A mí me dolía tanto ver a mi mamá tirada en la cama llorando… Yo tenía 15 años, y no tenía idea de que existía una enfermedad llamada "Leucemia".

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