Me regreso, no aguanto más
Trabajados y cansados, sin
dinero y aquel bendito los dejó con la bronca de la cuenta de la cena. Como
pudieron se escabulleron y una vez puestos los pies fuera del restaurante, corrieron
lo más rápido que pudieron sin voltear hacia atrás.
Esa noche Ricardo tuvo pesadillas, fiebre, hambre y pánico. Al otro día me llamó y, luego, entendí la valentía en el tono de su voz: “—Amigo – me dijo, no te estoy pidiendo limosna, ayúdame con unos cuantos dólares para poder regresarme a mi país. Ya me cansé de esta tierra. Jamás había yo sufrido hambre, ni discriminaciones, ni tan siquiera robos. Y aquí -en unos días- ya fui limosnero, esclavo, víctima y hasta ladrón (por salir corriendo del restaurante sin pagar). Ya me cansé Alberto, ¡ya me cansé!… por favor, préstame unos 60 dólares y te juro que un día te los voy a pagar”.
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